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Cómo actuar si un familiar mayor rechaza la residencia

Cómo actuar si un familiar mayor rechaza la residencia

Cuando llega el momento de decidir si nuestro familiar mayor debe ir a una residencia geriátrica, nos encontramos frecuentemente con la oposición frontal por parte de la persona implicada. Esta negativa es completamente natural debido a que implica una ruptura significativa con su estilo de vida y rutina habitual.  

Entendiendo las causas del rechazo a la residencia

La primera acción que debemos realizar es comprender las razones detrás de la negativa del familiar mayor. Generalmente, las causas suelen incluir:

  • Miedo a perder la independencia: Muchos mayores perciben la residencia como un lugar donde perderán la autonomía para tomar decisiones personales.

  • Temor al abandono y soledad: Ingresar en una residencia puede interpretarse erróneamente como ser olvidado por los seres queridos.

  • Resistencia al cambio: Los adultos mayores suelen sentirse seguros y cómodos en su entorno habitual; trasladarse implica una adaptación difícil que puede generar estrés o ansiedad.

  • Estigmatización social: A menudo sienten que ingresar a una residencia puede ser visto como algo negativo por su entorno social.

Comunicación abierta y respetuosa

Una vez comprendidas estas razones, nuestra responsabilidad es iniciar una conversación honesta, clara y empática con nuestro familiar. Este diálogo debe tener ciertas características clave:

  • Escuchar activamente: Escuchar y validar sus emociones y pensamientos, dejando claro que sus sentimientos son importantes y comprensibles.

  • Explicar detalladamente los beneficios: Es fundamental presentar las ventajas que ofrecen las residencias geriátricas, enfatizando la atención médica continua, el acompañamiento y actividades que favorecen el bienestar emocional y físico.

  • Resaltar la mejora en calidad de vida: La comunicación debe centrarse en la mejora significativa que supondrá para su día a día, especialmente si padece enfermedades crónicas o requiere asistencia especial que no puede proporcionarse adecuadamente en casa.

Involucrar al familiar mayor en el proceso

Un error frecuente que cometemos al gestionar esta situación es excluir al adulto mayor del proceso decisorio. Debemos actuar exactamente al revés:

  • Visitar juntos diferentes residencias: Es esencial que el familiar participe activamente visitando varios centros geriátricos, observando personalmente las instalaciones, hablando con el personal y otros residentes. Esto genera confianza y sensación de control sobre el proceso.

  • Permitir elección personal: Facilitarle elegir la residencia entre varias opciones reduce la resistencia al cambio, ya que proporciona sensación de autonomía y empoderamiento.

  • Establecer un periodo de prueba: Si persisten dudas, se puede acordar un periodo inicial corto en la residencia, a modo de adaptación, dejando claro que se revisará la situación después de unas semanas para tomar una decisión definitiva.

Crear un plan de transición gradual

La transición al nuevo entorno no debe ser brusca. Se recomienda un proceso gradual que facilite la adaptación emocional y física al nuevo entorno residencial:

  • Introducir visitas regulares al centro: Antes del ingreso definitivo, realizar visitas periódicas para familiarizarse con los espacios y personas que forman parte del centro.

  • Trasladar objetos personales: Llevar pertenencias significativas del hogar, como fotografías, muebles pequeños o recuerdos, para crear un ambiente hogareño y reducir la sensación de extrañeza.

  • Mantener rutinas previas: Dentro de lo posible, asegurar la continuidad de ciertas actividades diarias habituales, como horarios de comidas, ejercicios o actividades recreativas que nuestro familiar realizaba en su domicilio.

Buscar apoyo profesional y asesoramiento

Si las dificultades persisten y no logramos avanzar en la negociación familiar, puede resultar muy útil contar con el apoyo de profesionales externos, especializados en gerontología o trabajo social. Estos expertos pueden mediar eficazmente, aportando una perspectiva neutral y facilitando estrategias adicionales para abordar la situación con éxito.

  • Orientación psicológica para el adulto mayor: Los profesionales pueden abordar miedos y ansiedades con técnicas específicas, favoreciendo un cambio de percepción respecto al ingreso en la residencia.

  • Asesoramiento familiar: Proporcionar estrategias efectivas para manejar la culpabilidad o estrés que la familia suele experimentar ante estas decisiones difíciles.

Alternativas si el rechazo persiste

Cuando, a pesar de estos esfuerzos, nuestro familiar sigue negándose rotundamente, es vital considerar soluciones alternativas, aunque sea de forma temporal:

  • Asistencia domiciliaria especializada: Contratar profesionales para cuidados continuados en el hogar, como enfermería, terapia ocupacional o asistentes personales.

  • Centros de día: Esta opción intermedia permite que la persona mayor mantenga su residencia habitual pero reciba atención profesional durante ciertas horas del día, beneficiándose de socialización y servicios terapéuticos.

  • Cohabitación familiar: Adaptar el hogar familiar para alojar al adulto mayor, con adaptaciones específicas para su seguridad y confort, permitiendo mantener cercanía familiar y supervisión continua.

Gestionar el impacto emocional en la familia

No debemos olvidar que esta situación suele generar sentimientos encontrados en todos los involucrados. Es fundamental reconocer estos sentimientos, gestionarlos adecuadamente y asegurar un ambiente familiar armonioso y comprensivo:

  • Mantener comunicación familiar constante: Promover diálogos frecuentes entre todos los familiares implicados, facilitando la expresión emocional.

  • Buscar apoyo emocional: Si las tensiones aumentan, acudir a sesiones familiares con un terapeuta especializado puede ser muy beneficioso para gestionar el estrés y evitar conflictos profundos.

Monitorizar la adaptación y bienestar

Una vez que nuestro familiar ingrese finalmente en una residencia, nuestro compromiso no finaliza. Es fundamental monitorizar permanentemente su bienestar emocional y físico, visitándolo frecuentemente y mostrando interés activo por su adaptación y comodidad en el nuevo entorno. Esto genera una percepción clara de acompañamiento y reduce significativamente la sensación de abandono.

La adaptación a una residencia geriátrica es un proceso complejo y emocionalmente intenso, tanto para nuestro familiar mayor como para nosotros mismos. Con empatía, paciencia y una estrategia adecuada basada en la comunicación efectiva y apoyo profesional, conseguiremos transformar una situación inicialmente negativa en una transición positiva y enriquecedora para toda la familia.

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